domingo, 29 de julio de 2012

Colombia; entre los que más las matan.

Realizo una reflexión sobre el artículo publicado en el diario ADN de Cali-Valle, el día viernes 02 marzo 2012; los que más las matan, Colombia entre países con tasa muy alta de feminicidios.
A próposito del atroz asesinato y violación de Rosa Elvira Cely en el parque nacional de Bogotá y del especial de Pirry del 03 junio 2012 que pone en evidencia éste y muchos otros casos, esta noticia pasó desapercibida por la mayoría de las personas en nuestro país, un resumen del informe de la organización Small Arms Survey y de la fundación Arco Iris de Bogotá.Tuvo que pasar algo como el caso de la mujer arriba mencionada para poner el dedo en la herida, poner en evidencia la violencia física y aún más la violencia simbólica, aquella violencia cotidiana que por volverse tan cotidiana pareciera que fuese la norma y hasta necesaria "normal" dentro de las relaciones de pareja, porque en eso "nadie se mete", y "normal" cuando en las calles un desconocido aludiéndose el derecho al falocentrismo se atreve a llamarte mami, reinita, mamasita o se deleita en estado morboso al observar tu cuerpo y hasta se atreve a tocarte, el papel de la mujer debe ser el de callar y seguir adelante.

Y es que en un país donde las autoridades no acuden al llamado de ayuda de una mujer desesperada que pide " auxilio estoy siendo violada" con la excusa de que por cada 10 llamadas 5 0 6 son mentiras, pero si sale corriendo cuando se afirma que es un posible ataque de las Farc o que se coloca una bomba, en términos oficiales un posible atentado terrorista, es claro el mensaje: si se trata de algo que pueda justificar la cantidad de dinero gastado y necesario para la lucha armada y que además deje en alto el nombre y la moral de nuestras instituciones armadas, no se mide el gasto y la atención, pero si se trata de una mujer, del ciudadano común y corriente que exige respaldo y justicia, no importa, no es relevante. Falta ver las condenas puestas por nuestra justicia ( por los jueces de la nación) cuando se trata de violación 18 meses de cárcel y con derecho a casa por cárcel, un robo de caldo de gallina en un supermercado de cadena, 3 años de cárcel.
El violador y asesino de Rosa Elvira había sido arrestado antes por violación a una niña de 14 años con solo 16 meses de cárcel o en el caso de Maria Elena a la cuál, su esposo arrojó 4 pisos escaleras abajo dejándola en estado vegetativo, el juez fallo a favor del esposo aludiendo violencia doméstica y no intento de homicidio solo porque la mujer no estaba muerta, o en los casos donde los victimarios causantes de desfigurar el rostro de mujeres con ácido la ley solo ponía penas de 12 meses en el mejor de los casos, también aludiendo violencia doméstica.

Las mujeres violadas o desfiguradas no pueden esperar justicia tal vez porque en el imaginario de nuestras instituciones y en gran parte del imaginario social, la mujer todavía sigue siendo propiedad del hombre, del esposo, del marido, del compañero, del novio, existe la supremacía masculina en donde por derecho propio cualquier cuerpo femenino debe servir al deseo masculino, a las necesidades masculinas y somo nosotras, las mujeres, las que por nuestra ropa- actitud provocadora despertamos el deseo viril, buscamos que nos agredan "es que quien la manda a ponerse esa minifalda o a andar a las 11pm en la calle", es decir, nosotras somos las culpables, además la culpa por no cumplir cabalmente con nuestro papel en las labores del hogar  y "con el hombre que es nuestro dueño" que pasa por ser primero el padre, luego la pareja, posteriormente los hijos varones, el cuerpo femenino es de todos, hasta de la religión, menos de la mujer que lo posee, papel- que va formándose en el imaginario femenino desde la niñez, cuando tus juguetes son las ollitas, el bebé y el Ken de la barbie, te enseñan el respeto a la supremacía masculina divina al Dios padre, hijo y espiritu santo en la figura de la virgen María, luego te colocan a cuidar a tus hermanos pequeños y a servir a tu padre o a la figura quién lo representa etc. En muchos casos, las mismas mujeres somos nuestros peores jueces, criticamos a las que no se ajustan al estereotipo y las tratamos de machorras, marimachas o damos consejos de como realizar exitosamente las labores del hogar y del sacrificio por los hijos, tal como lo expresó una amiga algún día: "las mujeres debemos aprender a ser todas unas putas en la cama y todas unas damas en el hogar", la doble moral.

Nos pueden gritar, ultrajar física y simbólicamente, privar de nuestros sueños que supuestamente no se deben salir de la barrera del ser madre y ante todo conseguir un buen esposo, si tienes familia estás realizada, entrar en la mirada masculina lo antes posible porque eso de ser solterona jamás, tener un negocio pequeño porque eso de tener ingresos superiores al marido es contra la "ley natural": una cosa es colaborar con la economía familiar y otra es entrar por igual a hacer parte de ella, eso es de los varones. Nos pueden mutilar y agredir y no pasa nada, hasta hace algún tiempo hasta nos obligaban a tener el hijo producto de una violación porque la criatura no tiene la culpa, para muchos y para la ley misma, nosotras las mujeres Colombianas, valemos es por nuestro útero, somos un vehículo, venimos a ser madres, nuestra integridad mental, emocional y psicológica no importa, nuestros sueños ni importan, nuestros derechos están relegados a los de otros, somo ciudadanas de segunda clase aparentemente.
Y es que en el país del sagrado corazón de Jesús, se justifica que un director técnico de fútbol golpe a una mujer "porque se lo busco" " le sacó la rabia" y así terminamos legitimando al agresor, justificándolo convirtiendo al victimario en victima y a la victima en victimario, al final la mujer como pecadora original tuvo la culpa, siempre tiene la culpa y se debe sentir culpable. Sí en el país del sagrado corazón de Jesús con un 90% de católicos es más escandaloso que un hombre o mujer de declare gay o que una mujer acceda al derecho al IVE ( interrupción voluntaria del embarazo) en los tres casos de ley, porque no se puede permitir que "ellas" y "ellos" puedan decidir sobre sus cuerpos, toca acudir a la estigmatización social por medio de la ridiculización en los medios de comunicación o aludir a la objeción de conciencia y la dilatación de los procedimientos en las EPS e IPS, no se piensa y opina lo mismo cuando un paramilitar dice haber asesinado a más de 100 personas o cuando por causa de la corrupción de políticos se pierden los recursos para hospitales y escuelas dejando morir física y mentalmente a muchos Colombianos.

Se nos terminan vulnerando nuestros derechos fundamentales y sociales que se encuentran en nuestra propia constitución política y en la carta mundial de los derechos humanos, con legislación tan pobre y con instituciones tan débiles, por omisión o lentitud en los procesos promueven la violencia, en este caso, la violencia contra la mujer,como si los derechos y la justicia solo estuviera al alcance de unos pocos y de las clases económicamente privilegiadas, todo pasa por la aceptación social. El problema radica en entender cuál es el papel que se nos asigna a las mujeres en la sociedad Colombiana, en la posición social que supuestamente debemos alcanzar, en nuestro papel en la familia, la cultura, la ciencia y la economía, en esa promoción diaria de una masculinidad violenta y absurda y en una feminidad pasiva, sacrificada. En este sentido, el papel jugado por los medios de comunicación es clave, puesto promueven la violencia sexual y de género todo el tiempo, el racismo y el sexismo, no hace falta sino mirar el encabezado y el desarrollo  de la noticia que me sirvió para esta reflexión " los que más las matan" como si matar fuera algo normal y común, sin mayor trascendencia, ocupando un cuarto de página y en la siguiente toda una página para las cirugías estéticas, es una clara promoción a la insensibilidad, a la inhumanidad, a la cosificación del cuerpo femenino. Manejo amarillista y morboso que no aborda la gravedad de la situación, es una promoción silenciada o discreta de la violencia contra la mujer.

Necesitamos un cambio urgente, cambio que debe empezar por hacernos respetar, por valorarnos como sujetos autónomos, por elevar nuestra autoestima, nuestro amor propio, por sanar nuestra psiquis, nuestro espíritu, por hacer valer nuestro papel histórico en la construcción de este país, por incorporarnos a todas aquellas organizaciones que promueven una política de paz, de participación ciudadana, por ocupar cargos de poder dentro del estado y por cultivarnos intelectualmente cada día, por hacer en nuestros hogares que las labores domésticas y el cuidado de los hijos sea compartida, por fundamentar relaciones de pareja en el respeto por el espacio del otro, por cambiar nuestra actitud frente a otras mujeres, por enseñar a nuestros hijos, hermanos y amigos a respetar y valorar a las mujeres con respecto a las relaciones entre sujetos en la igualdad y la solidaridad, no en la caballerosidad, que es una relación fundamentada en la iniquidad de género. Todo necesario para poder empezar a valorarnos y fortalecernos nosotras mismas, para construir un país diferente y decir: No más, otro mundo es posible.

Por: MARIA FERNANDA ENRIQUEZ. Biológa y licenciada en ciencias naturales de la Universidad del Valle- Cali, Valle Colombia. Integrante del colectivo mujeres CONciencia.




lunes, 23 de julio de 2012

Imaginario para niños ¿Cómo ser mujer y hombre?

Recomendamos el siguiente documental, el cual nos explica los estereotipos femeninos y masculinos promovidos por las películas infantiles, especificamente de Disney, y su influencia corporal-mental en niños y niñas. Análisis de algunas películas como Bambi, Tarzán, La bella y la bestia entre otros.
Enlace: http://www.youtube.com/watch?v=KO0W3gvc4dg

jueves, 12 de julio de 2012

Ella

María Nieves Rebolledo Vila más conocida como Bebe, es una cantante española reconocida por sus letras de canciones llenas de sentimientos y reflexiones de mujer. Le canta a la mujer, a la mujer libre, soñadora, feliz; a la mujer común, contemporánea; a la mujer gorda, flaca, bajita, alta, a todas las mujeres como ustedes nuestras lectoras que necesitan un empujón para creer en sí mismas. La invitación es a "Descubrir que el mundo es solo para tí, que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño."

jueves, 5 de julio de 2012

Masculinidad y consumo


Alexandra Castañeda Obando
Maestra en artes escénicas-Universidad Distrital-
Estudiante de Historia de la Universidad del Valle
Informe de investigación para el área de Micro-sociología de la Familia
Dirigido por el docente: Pedro Quintín.



            ¿Cómo se representa la masculinidad desde los consumos personales de la esposa?

El presente informe de investigación plantea una situación donde se pone en debate la masculinidad de un esposo en el marco de los consumo personales de su esposa, mediante un pequeño análisis de caso que se contrasta con un caso tomado de una serie de televisión, haciendo una comparación entre dos construcciones de masculinidad.

Episodio 1. Ellos van al supermercado para comprar el mercado de la semana, a ella le llama la atención el decorado que tiene un nuevo producto, él le dice que deje eso, “Camine que no hay plata”, ella experimenta un sentimiento de frustración e indisposición.

Episodio 2. Ella ha comprado unos sostenes nuevos, de una marca costosa, a pesar de haberlos sufragado con su propio dinero, él le reprocha que ella se gaste el dinero en cosas innecesarias.

Interpretación: Por mucho tiempo las mujeres no manejaban su propio dinero, como se sabe el sistema patriarcal asignó una división sexual del trabajo, donde el hombre estuvo vinculado al dinero como proveedor del hogar y su masculinidad fue construida bajo este paradigma, en tanto, la mujer fue confinada al espacio doméstico dependiendo del dinero que el hombre le traía. Con las transformaciones del siglo XX en esa materia, y en el marco de la economía de mercado, las relaciones de dinero y poder entre los géneros se han transformado, entrando en dialogo lo tradicional con lo moderno, dando a luz nuevas tensiones e incoherencias entre los cónyuges. Yolanda Puyana en su libro “Padres y Madres en cinco ciudades –cambios y permanencias”[1] tipifica 3 tendencias para la familia colombiana, entre ellas, la familia tradicional, la familia en transición y la familia en ruptura. Llama la atención cómo la familia en transición experimenta inconsecuencias entre el discurso y las prácticas, por lo tanto, se mueve alrededor de tensiones y sentimientos de culpa, en torno a asumir lo moderno y/o dejar el pasado.

¿Si los gastos de la esposa no afectan la economía familiar o la del varón específicamente, por qué éste interviene en la forma como ella usa sus propios recursos?
Mientras las mujeres escalan posiciones rápidamente,  hay una masculinidad en tránsito, que intenta adaptarse, como dice Puyana en la familia en transición, lo tradicional está en tensión con lo moderno, en ese sentido, las representaciones tradicionales de lo femenino y lo masculino no han desaparecido por completo, para el caso de la pareja estudiada, ante una mujer que administra sus propios recursos, la masculinidad del esposo se siente puesta en tela de juicio, poniéndose en tensión las huellas de una masculinidad tradicional, con la necesidad de construir una nueva, ante la presencia de  una mujer autónoma económicamente,  como respuesta, él no intenta sufragarla a ella, sino opinar frente a los consumos que ella hace, reclamando una voz de poder en esa relación; en esa intromisión que hace de los consumos de la esposa, invade un espacio personal de ella, donde la esposa tiene la potestad de pensar en sí misma y tomar decisiones sobre su dinero, lo que incluye hacer los consumos que considere pertinentes para su propia satisfacción. La vieja consideración del mercado de consumo de situar uno de sus focos importantes en las mujeres, (artículos cosméticos, ropa, accesorios y los artículos domésticos, estos últimos, cuya publicidad está dirigida sólo a las mujeres), ha construido un imaginario masculino que sanciona una posible conducta compulsiva por parte de las mujeres en torno a este, sea exagerada o no, lo que llama la atención es el lugar de autoridad que se adjudica el varón para calificarlo en la esposa, y decir que tiene demasiadas cosas innecesarias, insinuando que ella no sabe usar el dinero personal, no está preparada para hacerlo. Ella no interviene en los gastos que él hace, tal vez porque dentro del imaginario patriarcal de la familia tradicional, el hombre trabajador y responsable, es correcto, sabe cómo administrar el dinero, es culto, educado, no cae en excesos, en ese orden de oposición, la mujer es emocional, inculta, se deja llevar por sus impulsos, no controla sus excesos, compra demasiado. Además desde el marxismo y el capitalismo, el trabajo estuvo en relación con la producción y la consecuencia de ello es el salario, en ese orden lógico, el trabajo doméstico ha sido invisibilizado, sin que sea considerado trabajo, “las labores domésticas (…) han estado siempre relacionadas de una manera muy peculiar con la economía financiera. Es característico de ellas no crear bienes ni servicios canjeables por dinero en el mercado, sino que suponen gastar dinero en lugar de ganarlo”[2]. En ese sentido, el esposo puede estar asociando aún su esposa al espacio de lo doméstico y por ello, en esa lógica binaria, connotarla más como gastadora que como productora.

Como situación de contraste encontramos dentro de la serie “Amas de casa desesperadas”[3], cómo uno de los esposos de las parejas de la serie le dice a su esposa lo siguiente: “Mi amor quiero que cuando te encuentres con Alfredo Scuela, le menciones disimuladamente ¿Cuánto me costó ese collar que llevas puesto? ella le responde, mejor me cuelgo el precio ¿no?, el esposo responde: Alfredo siempre me cuenta cada cosa que le regala a su esposa.


En este caso el esposo no le reprocha a su esposa sus consumos personales, ella depende económicamente de él, y él exhibe su éxito económico a través de la esposa, el hecho de que ella porte ese collar, le representa un valor simbólico a él, ser respetado, admirado, su masculinidad se reafirma en la apariencia y consumos que haga la esposa. En el caso uno, el hombre no es proveedor económico exclusivo del hogar, su masculinidad está llamada a repensarse desde otros códigos,  sin embargo, para ambos esposos es importante hablarle a la sociedad a través de los consumos personales de la esposa, el primero acude a regañarla públicamente por el deseo de la esposa de comprar un producto, allí reafirma su poder sobre la esposa, sobre lo que ella debe o no echar en la canasta de compras. El primer esposo invade simbólicamente el espacio personal de la esposa, al criticarle sus consumos, el segundo le permite que ella tenga su espacio personal para comprar, porque él ya reafirma su masculinidad en la proveeduría económica y dialogando con la sociedad a través de la exhibición de la esposa. Ambos maridos están permeados  por una masculinidad pensada desde la proveeduría económica, ejercen un control desde diferentes direcciones, mediante la censura, o mediante la presión para que ella dé cuenta de la riqueza del esposo desde sus accesorios personales.


En suma, el llamado sería hacia la construcción de una masculinidad que respete la autonomía de las mujeres, en este caso, respecto del manejo de sus propios recursos, y motivar a las mujeres al empoderamiento de su independencia y poder de decisión. 




[1] PUYANA. Yolanda y MOSQUERA Claudia. “Padres y madres en cinco ciudades-cambios y permanencias”.  Almudena editores. Bogotá Febrero 2003.
[2] LUPTON, Ellen y MILLER, Abbott, “La higiene, la cocina y el mundo de los productos comerciales en los Estados Unidos de principios de siglo” En CRARY, Jonathan, Kwinter Stanford. INCORPORACIONES. Edición en español Cátedra. Madrid 1996.
[3] Serie basada en Desperate Housewifes, Marc Cherry  http://www.youtube.com/watch?v=YxKXeSPUZC4.

No más llorar

        http://www.youtube.com/watch?v=pM3ajiJDG14&feature=fvwrel&noredirect=1
                      Para much@s,reflexión,seguir adelante,sin miedo a la incertidumbre, no más llorar.